Libros

sábado, 29 de febrero de 2020

Mis "lecturas de verano" (4)





Cualquier arribo a una isla como esta viene precedido de vientos favorables. Avizoré los cayos que rodean el nodo poético de Seamus Heaney hace varios años, durante una de mis tediosas (pero instructivas) jornadas laborales nocturnas. Allí visité poemas como “Sibila” y “Conduciendo de noche” en la impagable A media voz (web que reúne la mejor poesía del uni-verso). Tiempo después, la poesía de Heaney era para mí un viaje del que apenas quedaban unas pocas fotografías mentales. Hasta que me topé con Bloom y sus tan subjetivas coordenadas del mapa poético occidental. Si bien Bloom dedica unas pocas páginas al Nobel irlandés es justo reconocer que su mirada fue un golpe de timón, viento y oleaje propicio capaz de arrastrarme de regreso. Cadena humana es el proyecto poético de un autor ya consolidado que, casi sin esfuerzo, alcanza una innegable universalidad desde la sencillez, desde lo mínimo y, pocas veces, desde el impacto. El vacío de “La casa a oscuras y la puerta abierta” (poema de la página 149) no se materializa hasta varios poemas después, donde la comprensión de los espacios y los silencios es la resonancia de un aletargado eco interior. Esa duración del efecto es la virtud que desdibuja la aparente brevedad de los textos que un lector desatento podría pasar por alto. Heaney repite este mecanismo, pinta cuadros naturales donde privilegia los límites del mar (puertos, muelles) y de los bosques (caseríos), cita a Dante entre versos sumamente prosaicos y elabora una detallada red que tiende entre la forma y el contenido. El único reparo a esta grata experiencia de lectura es extra-Heaney: la traducción. Demasiadas licencias en el transcrear de Pura López Colomé debido a su interés por replicar una imposible musicalidad.

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