Libros

jueves, 27 de febrero de 2020

Mis "lecturas de verano" (3)





Hay tantos Andrés Neuman como Neuman se proponga. Hay un Neuman de la imponente Fractura y hay otro Neuman del ínfimo aforismo. ¿A cuántos Neuman de distancia se encuentra Hablar solos de las Microrréplicas? ¿Qué tan Neuman son los haikus y sus diarios de viaje? ¿Y sus cuentos, y sus diccionarios? Ahora que cierro Anatomía sensible, ahora que me despido de la coherente tersura del material del libro pienso que todas las variantes de Neuman son predecibles  en un aspecto: la excelencia. Sabemos que es un autor joven, pero prolífico. Tiene poco más de cuarenta años, pero más de veinte produciendo. Y siempre enmarcado en la calidad, en la creatividad, en el ingenio. ¿Cuál es el libro malo de Neuman? Ok. ¿Cuál es el libro mediocre? Está bien. ¿Hay alguno que no sea, por lo menos, bueno? Sabemos que las apuestas poco tienen que ver con la literatura pero me juego todos los boletos a la siguiente afirmación: en veinte años el Nobel será de Neuman. Bueno, está bien. ¿El Cervantes? Retiro un pie del delirio para decir dos cosas de Anatomía sensible: 1) hay una forma de narrar el cuerpo de espaldas a la estética instagramera, haciendo foco en la zona insospechada, rescatando el ojo, las pecas o la herida; 2) hay una ensayística (¿hija de Paz, sobrina de Borges, prima de Negroni…?) que sabe confundirse con la poesía, que provoca el juego de espejos en un reflejo libre de jaulas estéticas, vacía del repetido precinto de las citas. Así leo y leí Anatomía sensible: como un libro capaz de generar en el vestíbulo de una biblioteca o bajo el caparazón de una sombrilla un similar y único disfrute.

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