Si entre mis obras hay una que parece
no querer sucumbir ante las tinieblas del olvido, esa obra es Micaela
Moon. No se trata de un virtud específica de dicho texto sino de la
ferviente y generosa voluntad de algunas profesoras amigas que se han
encargado de difundirlo en las aulas de secundaria. También el
profesor Juan Pablo Moresco ha tenido esa gentileza, y de él es el
texto que recupero y comparto a continuación. Como siempre, agradecido.
El poeta y su doble
Un
personaje único
Micaela
Moon es una ficción que gira en torno a un único y anónimo
personaje, un personaje que aparece como una voz sin nombre, que nos
muestra el nebuloso y húmedo mundo que lo rodea, que nos narra desde
su profunda y oscura subjetividad con tramos de infrasciencia. El
resto es un nombre. Y borrosas figuras que apenas hablan o aparecen o
cruzan por la narrativa íntima de ese único personaje.
La
soledad es un estado que queda claro en la narración, pero es
acompañada de un delirio innegable. La obsesión por una autora, la
quijotesca ansiedad de lectura y el inútil intento ansiolítico del
alcohol que se manifiesta en flashback con amnesias misteriosas.
Sumado a esto el ambiente oscuro de una ciudad gris, siempre bajo el
velo de la lluvia, hacen que la realidad que nos muestra el narrador,
con sus inconsistencias, se vuelva cuestionable. Y si no cuestionamos
su lucidez, la historia puede parecernos incompleta.
Debido
a la importancia del narrador como personaje central, es que debemos
analizarlo para poder comprender el resto que se manifiesta a través
de él. El resto es Micaela Moon. Pero… ¿quién es Micaela Moon?
Micaela
Moon
Inmediatamente
tuve el libro en mis manos, luego de haber leído la contratapa y su
firma, un -quizás antojadizo- juego de relaciones de nombres se me
vino a la mente: Micaela Moon -->
Luna Miguel -->Miguel
Avero. La cadena de nombres entre personaje y autor, pasando por la
musa, era perfecto. Es probable que mi lectura haya quedado flechada
por ese juego, pero encontré luego varios elementos que me
permitieron sostenerlo.
Micaela
Moon no establece contacto explícito con el personaje, se manifiesta
como un nombre, un perfil de Facebook y la firma de una autora que
tiene ya cinco poemarios publicados dentro de la ficción que nos
acerca Avero. La existencia de Micaela Moon no trasciende la
identidad de una poeta, no es más que un nombre en la tapa de cinco
libros, no es más que el perfil desde donde se publican frases
poéticas, no es más que la promesa de su inminente llegada a
Montevideo. Micaela Moon nunca se corporiza en la ficción, nunca se
hace presente a no ser a través de su obra.
El
narrador nos cuenta que “Ella se
conecta a las 3 am”. Su actividad
consiste en la publicación de estados y en que permanece conectada
en el chat, pero a pesar de los insistentes mensajes del narrador,
Micaela no responde. Existe como autora, como poeta, como escritora.
En la narración la única manifestación de Micaela son una serie de
fotos que si no fuera por la portada del libro de Avero (a la que
Luna Miguel le presta su imagen) podríamos imaginarnos como
quisiéramos, ya que el único elemento descriptivo que nos acerca el
narrador es la boca de la mujer: “Micaela
Moon tiene unos labios gruesos y profundamente rojos, como una rosa
arrugada por un puño de hombre (…). Y de esos labios salen fotos”.
Cuando el narrador parece querer decirnos más sobre la apariencia de
la mujer, “Nuestra mirada se eleva
recorriendo lentamente el cuerpo de la fotografía…”,
solo nos quedamos con las sensaciones que este experimenta al verla,
no hay datos, no ofrece detalles ni rasgos que nos ayuden a imaginar
el personaje sin anclarnos en la imagen de Luna Miguel. Sin duda,
desde lo visual, Micaela Moon tiene la boca y la cara de Luna Miguel.
¿Micaela Moon es la
hermana menor de John Vincent Moon?
Jorge
Luis Borges publicó en 1944 el libro Ficciones que consta de un
conjunto de 17 relatos. Entre los textos que corresponden a la
sección de Artificios algunos tratan el tema del traidor y el héroe,
como el cuento homónimo a esta temática referida o “La forma de
la espada”. Podemos agregar, por su parte, que Micaela Moon publicó
“Donde un hombre y una daga”, un poemario que trata sobre la
traición y la mentira.
En
el magistral cuento de Borges aparece un personaje que no solo por el
apellido vamos a emparentarlo con el de la nouvelle de Avero: John
Vicent Moon. Esta narración es todo un artificio, ya que se trata de
una metanarración: el encargado de narrar la historia dentro de la
historia será definido como “el
Inglés de La Colorada”. Lo
interesante es que el primer narrador sostiene que “su
nombre no importa”. De ahí en
adelante el protagonista de la historia será Vincent Moon, cuando en
realidad el principal personaje de la narración, de acuerdo con la
acción, será el anónimo narrador. Este es el primer paralelismo
que podemos establecer entre “La forma de la espada” y “Micaela
Moon”: el narrador de ambas historias se conserva anónimo mientras
los nombres que resaltan en la historia son de apellido Moon.
En la
narración de Borges al final se puede hallar un sentido a este
anonimato: el inglés, personajes con características heroicas en
contraposición con Vincent que se presentaba como un intelectual
cobarde, confiesa que en realidad él es Vincent Moon. De allí en
adelante pasamos a la interpretación.
La
cicatriz que tenía el Inglés y que atemorizaba a todos, tenía la
forma de una media luna. Recordemos esto: la mitad de una luna. Si
analizamos la impresión que generaba el Inglés de La Colorada en el
inicio de la narración, la imagen no concuerda en nada con el
intelectual cobarde que parece ser Vincent. A esto le tenemos que
sumar unos episodios con tintes oníricos: “otro,
el que más valía, murió en el patio de un cuartel, en el alba,
fusilado por hombres llenos de sueño”,
“Aquí mi historia se confunde y se
pierde”, “Esa
tarde, en la plaza, vio fusilar un maniquí por unos borrachos”.
Estos pasajes pueden ayudar a sostener la conjetura de que en
realidad el Inglés y Moon eran la misma persona, no que hubo un
cambio en los nombres o en los roles, sino que en el mismo hombre
existieron los dos: el racional e intelectual, que llegó con la
ideología y la razón a tomar las armas; y por otra parte, pero
dentro del mismo, el pasional y enérgico que llevó a la práctica
la lucha de la teoría del otro.
El
narrador de Micaela Moon no es solo un lector, es también un
escritor, vencido por la soledad y los libros. Pero en varias escenas
cercanas al sueño aparecen los libros de la poeta pero también sus
apuntes, a la vez que siempre se plantea confusión: “No
tengo idea de cuántas horas dormí”,
“Observo el desorden habitual de mi
habitación (…): Un final mejor
se encuentra desparramado sobre la alfombra naranja, veo también
allí algunas hojas con garabatos, proyectos de escritura que
quedaron justamente en eso …”, el
sueño que parece repetirse como un deja vú en la realidad, la
botella de vodka que siempre parece vaciarse sin mencionar el
momento, como si el momento en que se toma también se borrara junto
lo que se hizo mientras se bebía (narrador infrasciente): “latas
de cerveza cuya procedencia ignoro”, “una lámpara con la
bombilla rota”.
Lo
que hace en las noches nunca queda claro, qué escribe además de
leer. El alcohol parece llevarse todo lo que hace por las noches, y
eso es desconocido para los lectores y por el propio narrador, tan
obsesionado con Micaela Moon que olvida quién es él mismo.
Cuando
llega al boliche donde finalmente se presentará la poeta, nadie
parece conocerla. Intenta hacer un par de averiguaciones a una pareja
sentada a su lado, pero ellos “lo
miran como si les hubiera contando un chiste malo, se miran entre
sí”. ¿A qué se debe esa
incomprensión de la pareja? ¿A qué se debe la indiferencia del
público? Finalmente, el único que termina leyendo en ese ambiente
de caos y confusión, entre la noche que siempre llueve y se mezcla
con alcohol, es el anónimo narrador, el narrador que lee un poema de
Micaela Moon, la poeta que para el narrador -que aún se niega a sí
mismo- nunca aparece.
Vuelvo
a las palabras de la contratapa de Luna Miguel: “…uno
tiende a pensar que Micaela Moon nunca ha existido, y que sus versos
solo son la alucinación de los que piensan que la literatura vale
más que la propia vida. Micaela Moon no existe”.
¿Es
el narrador un poeta anónimo que se disfraza a través de un alter
ego para trascender su propia soledad, su miedo? ¿Es la lluvia el
telón de fondo del sueño, el velo que disfraza la realidad y la
trasmuta? ¿El narrador es Micaela Moon, la máscara de un poeta
maldito? ¿Es Micaela Moon la hermana menor de Vincent Moon, la parte
ignorada de un alma escindida por el miedo y la contradicción de la
naturaleza humana?
Juan Pablo Moresco
marzo de 2018