Libros

martes, 17 de septiembre de 2019

Texto escrito por la Profesora Ilian Frioni sobre Libreta insomne



   Libreta insomne es el nuevo libro de Miguel Avero, son sus búsquedas en los umbrales entre el sueño y la vigilia, y es otro perplejo recorrido por la fuerza de su palabra y la contundencia de sus imágenes. 
   No puedo pensar en Miguel sin pensar en los auténticos poetas románticos, no me refiero a la falacia romántica sino al romántico que se  sabe noche con la noche y con la imagen que elabora de la noche. 
   No hay ingenuidad en su poesía. Desde la reflexión del comienzo, sabe que “la imagen que empieza a construirse en pos de fijaciones, sufre el lento deterioro de sus posibilidades“. Pero también sabe que con su contemplación está construyendo una nueva imagen, una nueva realidad que nos acerca al misterio de las cosas. 
   Por momentos, la poesía del insomnio se nos volverá hermética, pero se trata de un hermetismo que empatiza con el lector. Nos sorprenderemos pensando, entre la enredadera de versos, a mí me pasa “eso”, “eso” que solo se puede expresar con estas imágenes porque no hay traducción posible para: “es doble el trabajo/en los graneros de la noche”. 
   Nos iluminan poemas que tienen la fuerza sensitiva y sintética de los haiku, “lo que escribo es hondo”, donde la imagen de plantar el lago es imposible y certera a la vez, y donde la conciencia artística del poeta reconoce saber de la profundidad de su escritura pero no de su magnitud. 
   La noche lo ha llevado a las preguntas humanas esenciales. No escapan a la noche el tiempo, los recuerdos, la percepción, la experiencia corporal, el olvido. Pero Avero no deja de habitar lo tangible, el mundo de las cosas que conforman la cotidianidad de todos los mortales. La “cosa”, lo que hace a la eternidad de la poesía: la mesa, entorno a la que se construye la casa, la puerta, cuyo color es dudoso, el agua, infaltable en su universo constitutivo. Es lo asible lo que hace posible lo sublime. “Dios en las hojas de los árboles” escribía Novalis. 
   La cita de José Emilio Pacheco no queda sin respuesta en la reflexión sobre el otro y su dolor: “el acceso a otras estructuras me ha sido denegado”. Pero la soledad del insomne no habita solamente la desesperación: “Sin embargo, no dudo en reconocer que suelo repetir los gestos de tu casa.” Es que este libro, sin verter en un solo verso la palabra “amor”, es esperanzador, porque en la espera está la oportunidad del ángel, del salto, de un nuevo abismo que supone la presencia de algo. El tiempo puede desgastar la piedra, los filtros del olvido y la memoria transformar la materia, la puerta podría haber sido azul o roja, sin embargo… “-Tras un destello-/ empezaba a dibujarse/ el camino de regreso” y “para volver a casa/ bastará/ el aroma de los leños”. 
   Festejo la llegada de este libro a nuestras vidas, porque después de él nuestra percepción del mundo en las noches será más mundo e intensamente nosotros.

Ilian Frioni

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