Libros

miércoles, 2 de enero de 2019

Roma y la lluvia





   Mi afinidad con la lluvia es casi tan fuerte como la aversión que los demás sienten hacia mí por dicha afinidad. La lluvia logra transformar mi insomnio en escritura, mi sueño en un madrugón impensado, mis caminatas en un lentísimo paseo de fotógrafo amateur. Mis escasos planes diarios tambalean, se quiebran y desaparecen ante la improvisación de cualquier chubasco. Mientras unos dicen “ahora no, está lloviendo” yo me lanzo a la calle sin pensar ni siquiera en los paraguas.
   Ahora bien, en ocasiones he tranzado con la lluvia. Las páginas de un libro me han retenido en un sillón por horas mientras afuera las gotas se baten a duelo con el viento. Una buena compañía -mate mediante- me ha hecho comprender qué tan real es aquello que se refleja en una ventana empañada. Y en ocasiones, las películas...
   Vemos "Roma", la emotiva película de Alfonso Cuarón que todos nombran. Es el primer film que veo en este año que gatea. Pienso que no puede tener un comienzo más auspicioso, la película y el año. Llueve sobre la tarde de Maldonado mientras "Roma" se desenvuelve ante nuestros ojos y el vaivén del agua lava las baldosas. Ese bastión afectivo que es Cleo sostiene la tensión durante las dos horas que dura la película. El blanco y negro, la lluvia sobre el blanco y negro, los diversos leit motiv que Cuarón propone, la tristeza, el miedo, la violencia y la memoria. Todo queda impregnado en nosotros, estupefactos espectadores.
   "Roma" es una película de altísima creatividad, entrañable, poética, y de un intensísima crudeza. Me ha hecho olvidar la lluvia que, ahora, es apenas una resaca violeta sobre los crepúsculos. Acaso, en este último olvido, reside mi mayor elogio.

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