Libros

sábado, 28 de septiembre de 2019

Micaela Moon por Juan Pablo Moresco




Si entre mis obras hay una que parece no querer sucumbir ante las tinieblas del olvido, esa obra es Micaela Moon. No se trata de un virtud específica de dicho texto sino de la ferviente y generosa voluntad de algunas profesoras amigas que se han encargado de difundirlo en las aulas de secundaria. También el profesor Juan Pablo Moresco ha tenido esa gentileza, y de él es el texto que recupero y comparto a continuación. Como siempre, agradecido.


El poeta y su doble


Un personaje único
Micaela Moon es una ficción que gira en torno a un único y anónimo personaje, un personaje que aparece como una voz sin nombre, que nos muestra el nebuloso y húmedo mundo que lo rodea, que nos narra desde su profunda y oscura subjetividad con tramos de infrasciencia. El resto es un nombre. Y borrosas figuras que apenas hablan o aparecen o cruzan por la narrativa íntima de ese único personaje.
La soledad es un estado que queda claro en la narración, pero es acompañada de un delirio innegable. La obsesión por una autora, la quijotesca ansiedad de lectura y el inútil intento ansiolítico del alcohol que se manifiesta en flashback con amnesias misteriosas. Sumado a esto el ambiente oscuro de una ciudad gris, siempre bajo el velo de la lluvia, hacen que la realidad que nos muestra el narrador, con sus inconsistencias, se vuelva cuestionable. Y si no cuestionamos su lucidez, la historia puede parecernos incompleta.
Debido a la importancia del narrador como personaje central, es que debemos analizarlo para poder comprender el resto que se manifiesta a través de él. El resto es Micaela Moon. Pero… ¿quién es Micaela Moon?

Micaela Moon
Inmediatamente tuve el libro en mis manos, luego de haber leído la contratapa y su firma, un -quizás antojadizo- juego de relaciones de nombres se me vino a la mente: Micaela Moon --> Luna Miguel -->Miguel Avero. La cadena de nombres entre personaje y autor, pasando por la musa, era perfecto. Es probable que mi lectura haya quedado flechada por ese juego, pero encontré luego varios elementos que me permitieron sostenerlo.
Micaela Moon no establece contacto explícito con el personaje, se manifiesta como un nombre, un perfil de Facebook y la firma de una autora que tiene ya cinco poemarios publicados dentro de la ficción que nos acerca Avero. La existencia de Micaela Moon no trasciende la identidad de una poeta, no es más que un nombre en la tapa de cinco libros, no es más que el perfil desde donde se publican frases poéticas, no es más que la promesa de su inminente llegada a Montevideo. Micaela Moon nunca se corporiza en la ficción, nunca se hace presente a no ser a través de su obra.
El narrador nos cuenta que “Ella se conecta a las 3 am”. Su actividad consiste en la publicación de estados y en que permanece conectada en el chat, pero a pesar de los insistentes mensajes del narrador, Micaela no responde. Existe como autora, como poeta, como escritora. En la narración la única manifestación de Micaela son una serie de fotos que si no fuera por la portada del libro de Avero (a la que Luna Miguel le presta su imagen) podríamos imaginarnos como quisiéramos, ya que el único elemento descriptivo que nos acerca el narrador es la boca de la mujer: “Micaela Moon tiene unos labios gruesos y profundamente rojos, como una rosa arrugada por un puño de hombre (…). Y de esos labios salen fotos”. Cuando el narrador parece querer decirnos más sobre la apariencia de la mujer, “Nuestra mirada se eleva recorriendo lentamente el cuerpo de la fotografía…”, solo nos quedamos con las sensaciones que este experimenta al verla, no hay datos, no ofrece detalles ni rasgos que nos ayuden a imaginar el personaje sin anclarnos en la imagen de Luna Miguel. Sin duda, desde lo visual, Micaela Moon tiene la boca y la cara de Luna Miguel.

            ¿Micaela Moon es la hermana menor de John Vincent Moon?
Jorge Luis Borges publicó en 1944 el libro Ficciones que consta de un conjunto de 17 relatos. Entre los textos que corresponden a la sección de Artificios algunos tratan el tema del traidor y el héroe, como el cuento homónimo a esta temática referida o “La forma de la espada”. Podemos agregar, por su parte, que Micaela Moon publicó “Donde un hombre y una daga”, un poemario que trata sobre la traición y la mentira.
En el magistral cuento de Borges aparece un personaje que no solo por el apellido vamos a emparentarlo con el de la nouvelle de Avero: John Vicent Moon. Esta narración es todo un artificio, ya que se trata de una metanarración: el encargado de narrar la historia dentro de la historia será definido como “el Inglés de La Colorada”. Lo interesante es que el primer narrador sostiene que “su nombre no importa”. De ahí en adelante el protagonista de la historia será Vincent Moon, cuando en realidad el principal personaje de la narración, de acuerdo con la acción, será el anónimo narrador. Este es el primer paralelismo que podemos establecer entre “La forma de la espada” y “Micaela Moon”: el narrador de ambas historias se conserva anónimo mientras los nombres que resaltan en la historia son de apellido Moon.
En la narración de Borges al final se puede hallar un sentido a este anonimato: el inglés, personajes con características heroicas en contraposición con Vincent que se presentaba como un intelectual cobarde, confiesa que en realidad él es Vincent Moon. De allí en adelante pasamos a la interpretación.
La cicatriz que tenía el Inglés y que atemorizaba a todos, tenía la forma de una media luna. Recordemos esto: la mitad de una luna. Si analizamos la impresión que generaba el Inglés de La Colorada en el inicio de la narración, la imagen no concuerda en nada con el intelectual cobarde que parece ser Vincent. A esto le tenemos que sumar unos episodios con tintes oníricos: “otro, el que más valía, murió en el patio de un cuartel, en el alba, fusilado por hombres llenos de sueño”, “Aquí mi historia se confunde y se pierde”, “Esa tarde, en la plaza, vio fusilar un maniquí por unos borrachos”. Estos pasajes pueden ayudar a sostener la conjetura de que en realidad el Inglés y Moon eran la misma persona, no que hubo un cambio en los nombres o en los roles, sino que en el mismo hombre existieron los dos: el racional e intelectual, que llegó con la ideología y la razón a tomar las armas; y por otra parte, pero dentro del mismo, el pasional y enérgico que llevó a la práctica la lucha de la teoría del otro.
El narrador de Micaela Moon no es solo un lector, es también un escritor, vencido por la soledad y los libros. Pero en varias escenas cercanas al sueño aparecen los libros de la poeta pero también sus apuntes, a la vez que siempre se plantea confusión: “No tengo idea de cuántas horas dormí”,Observo el desorden habitual de mi habitación (…): Un final mejor se encuentra desparramado sobre la alfombra naranja, veo también allí algunas hojas con garabatos, proyectos de escritura que quedaron justamente en eso …”, el sueño que parece repetirse como un deja vú en la realidad, la botella de vodka que siempre parece vaciarse sin mencionar el momento, como si el momento en que se toma también se borrara junto lo que se hizo mientras se bebía (narrador infrasciente): “latas de cerveza cuya procedencia ignoro”, “una lámpara con la bombilla rota”.
Lo que hace en las noches nunca queda claro, qué escribe además de leer. El alcohol parece llevarse todo lo que hace por las noches, y eso es desconocido para los lectores y por el propio narrador, tan obsesionado con Micaela Moon que olvida quién es él mismo.
Cuando llega al boliche donde finalmente se presentará la poeta, nadie parece conocerla. Intenta hacer un par de averiguaciones a una pareja sentada a su lado, pero ellos “lo miran como si les hubiera contando un chiste malo, se miran entre sí”. ¿A qué se debe esa incomprensión de la pareja? ¿A qué se debe la indiferencia del público? Finalmente, el único que termina leyendo en ese ambiente de caos y confusión, entre la noche que siempre llueve y se mezcla con alcohol, es el anónimo narrador, el narrador que lee un poema de Micaela Moon, la poeta que para el narrador -que aún se niega a sí mismo- nunca aparece.
Vuelvo a las palabras de la contratapa de Luna Miguel: “…uno tiende a pensar que Micaela Moon nunca ha existido, y que sus versos solo son la alucinación de los que piensan que la literatura vale más que la propia vida. Micaela Moon no existe”.
¿Es el narrador un poeta anónimo que se disfraza a través de un alter ego para trascender su propia soledad, su miedo? ¿Es la lluvia el telón de fondo del sueño, el velo que disfraza la realidad y la trasmuta? ¿El narrador es Micaela Moon, la máscara de un poeta maldito? ¿Es Micaela Moon la hermana menor de Vincent Moon, la parte ignorada de un alma escindida por el miedo y la contradicción de la naturaleza humana?

Juan Pablo Moresco
marzo de 2018

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